Vivimos en un mundo cuya cultura es eminentemente audiovisual. La imagen
es una de las principales fuentes de conocimiento. El cine, como la televisión,
ejerce un gran atractivo sobre los jóvenes.
El cine es un medio de comunicación y por tanto es necesario
interpretar sus resultados para descubrir qué es lo que nos quiere comunicar.
Una película se compone de millones de elementos diferentes
que en su conjunto, forman una narración con posibilidad de múltiples y
variados comentarios y reflexiones. Como todo relato, una película utiliza
técnicas que hay que conocer, descubrir e interpretar para que los mensajes
lleguen a nosotros de la forma más parecida a como pretenden quienes han
realizado la película.
¿Qué valores aporta el cine actual a los jóvenes?. ¿Cuáles
son los modelos que el cine trasmite a jóvenes y adolescentes? Estas preguntas me las hicieron hace unos
meses en un debate televisado. Es difícil responder a ellas, pues para conocer
la repercusión que realmente ejerce el cine sobre la juventud y la adolescencia
es necesario, con anterioridad, disponer de información sobre la asistencia al
cine de una amplia muestra de jóvenes de diversos niveles y características.
Los que enseñamos historia parece que enseñamos solo hechos
violentos con lo cual retrasamos nuestra humanidad; pero es que reflexiono y
veo que los hombres hacemos mérito para que esto siga sucediendo. Pero también
sé que saber historia es respirar aires de rebeldías y esa rebeldía la encarna
la juventud.
La historia trata de construir respuestas en un mundo que no
está, que es ideal en nuestro pensamiento pero quiere mejorar. La historia
resignifica nuestra vida como seres sociales que somos.
La historia, entendida
como materia escolar, es la vida pasada en movimiento, no debe concebirse como
un cuerpo de conocimientos acabados, sino como una aproximación al conocimiento
en construcción. Preguntar, preguntar, preguntar. Más preguntas que respuestas
en tiempos de pocas certezas y relativismo cultural es una de las misiones que
debemos tener los profesores de historia. La pregunta nos saca de la casilla
mental para poder mirar nuestro mundo con otros ojos.
En realidad, la finalidad de la historia es explicar porque
somos así socialmente desde el presente. Ella, como maestra de vida, nos cuenta
por qué las cosas que valoramos son las cosas que debemos valorar. No conocer
la historia o la propia historia de un país, es no conocerse a uno mismo ni al
mundo que nos rodea. En definitiva, todos formamos parte de la historia para
formar nuevas historias.
Adentrándonos en el tema que me convoca, esta vez, “La noche
de los lápices”, empecemos por los antecedentes; en la década de 1960 más
precisamente en 1968 Juan Domingo Perón, durante un gobierno militar del
General Juan Carlos Onganía, había escrito “La Hora de Los Pueblos”
donde impulsaba a crear una Argentina contraria al imperialismo; quizás una
remembranza de su Tercera Posición unida a otros países latinoamericanos,
oprimidos y excluidos de toda fuente de razón. En este documento se ponía como
mascarón de proa a los jóvenes y obreros entre otros para lograr este cambio.
Durante el secuestro de la denominada Noche de los lápices,
los jóvenes de La Plata fueron sometidos a torturas y vejámenes en distintos
centros clandestinos, entre ellos el Pozo de Arana, el Pozo de Banfield, la
Brigada de Investigaciones de Quilmes y la Brigada de Avellaneda.
El operativo fue realizado por el Batallón 601 del servicio
de Inteligencia del ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires,
dirigida en ese entonces por el general Ramón Camps, que califico al suceso
como “accionar subversivo en las Escuelas”. Lista de jovenes secuestrados:
Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel
Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia
Miranda, Gustavo Calotti y Emilce Moler. Seis de ellos continúan
desaparecidos (Francisco, María Claudia, Claudio, Horacio Daniel y María Clara)
y sólo cuatro pudieron sobrevivir, Pablo Díaz, Gustavo Calotti, Emilce Moler y
Patricia Miranda. Este episodio, por lo tanto, constituye uno de los crímenes
de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado.
El trabajo que aquí presento fue realizado por alumnos de
Quinto B de Economía, colegio San Cayetano de La Plata.
El trabajo demando más de seis meses. Participaron todos los
alumnos junto con las autoridades,
profesores de la institución, alumnos de distintos años, personal
auxiliar de la intitución.
Colegio San Cayetano de La Plata. Historia. www.elarcondeclio.com.ar